El comer emocional es una forma de canalizar las emociones a través del acto de comer, pensando que tenemos hambre. No obstante, la alimentación es una necesidad básica del ser humano y nuestro organismo está dotado de mecanismos específicos para avisarnos de cuándo y cuánto tenemos que comer para satisfacer esta necesidad. El problema llega cuando el cerebro asocia este alimento o hecho de comer con una sensación negativa. En este blog hablaremos de cómo nos afectan estas emociones y cómo diferenciarlo del hambre fisiológica. ¡Sigue leyendo para saber más! Y si quieres especializarte en el sector, puedes realizar nuestro Curso Experto en Dietética y Dietoterapia.

¿Qué es el comer emocional?

El comer emocional significa usar los alimentos como forma de afrontar las emociones en lugar de querer calmar el hambre.

Comer es un acto fisiológico necesario del ser humano que si se ingiere correctamente permite disfrutar de una buena salud física e incluso psicológica. Para ello, el organismo tiene unos mecanismos específicos que nos ayuda a diferenciar el hambre y la saciedad. De esta manera, sabemos cuándo empezar a comer y cuándo parar.

No obstante, el deseo de comer puede estar influenciado por muchos factores. La mayoría son por causas emocionales. Es decir, buscamos la forma de eliminar esa emoción de ansiedad o frustración a través del acto de comer. Esto se produce porque, después de saborear una comida, el cerebro secreta varias sustancias poderosas que producen placer. Por ejemplo, la dopamina. Entonces, esta recompensa hace que el cerebro busque cualquier oportunidad para comer ese alimento que le produce satisfacción y bienestar.

¿Cuándo se convierte en un problema?

Todo se complica cuando el cerebro asocia este alimento placentero con una emoción o sensación negativa. Por ejemplo, relacionar el echo de estar triste con comer chocolate, o bien, tener ansiedad y comer de todo y en gran cantidad. A partir de ahí, el hambre emocional se convierte en un hábito difícil de controlar. Cuando el acto es frecuente, puede afectar incluso al peso, a la salud y al bienestar general.

Esta sensación crea una necesidad irreprimible de comer algún alimento sabiendo que no responde a la urgencia de calmar el hambre. Algunas veces, este acto puede ser tanto consciente como inconsciente.

Normalmente, se acostumbra a asociarse a una emoción negativa, de rabia, tristeza, miedo, ansiedad, aburrimiento, etc. Sin embargo, comer emocionalmente también se puede relacionar con emociones positivas, como la celebración de un banquete en un día festivo. Pero lo más habitual son las pequeñas acciones cotidianas las que hacen que las personas busquen el consuelo o distracción en la comida.

¿Cómo diferenciarlo del hambre fisiológica?

Entender qué es el que desencadena la conducta de comer emocionalmente, puede ayudar a seguir los pasos necesarios para dejar de hacerlo. Existe poca gente que haga la conexión entre el comer y las emociones.

Por lo tanto, hay que saber distinguir de comer algo por antojo o comer emocionalmente. Para ello, existe una forma de saberlo. Consiste en contestarse a uno mismo las siguientes oraciones afirmándolas o negándolas:

  • No me puedo controlar cuando tengo comida deliciosa delante
  • Cuando como siento que no podría parar
  • Es difícil dejar comida en el plato
  • No tengo fuerza de voluntad cuando se trata de comida
  • No me sacio con facilidad
  • Tengo pensamientos constantes sobre si comer o no
  • Todo el día pienso en comida